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204 SUBRE LA ETERNIDAD. vista de mi monstruosa ingratitud! Ot ángeles soberanos, oh es- piritus de paz enviados por Dios para el socorro de los hombres, en- señadme á llorar todas las culpas con que ofendí á mi Dios! Hombres que habitais la superficie de la tierra, sabed que este triste peca- dor tuvo la bárbara osadía de ofender á quien le crió, á quien le redimió , á quien le ama desde la eternidad , á quien contínuamen- te le está favoreciendo; pero sabed tambien, que reconociendo sus iniquidades y aborreciendo sus desórdenes, por los que debia estar en los abismos, vuelve confiado como otro hijo pródigo á los brazos de su buen padre, de quien espera un favorable acogimiento : vuel- ve como otro Pedro llorando su negacion , y espera como él la di- vina misericordia: vuelve como otro avergonzado Publicano, y no dudo que será oido: vuelve conociendo sus desórdenes y la bondad de Dios como la Magdalena, y cree que será como ella perdonado. Sí, Dios mio, Padre mio, amores de mi alma y único consuelo mio» en tus brazos me arrojo, para que triunfe vuestra gracia de mi malicia y vuestra omnipotencia de las rebeldías de mi aflijido cora- zon. Sea yo uno de los objetos de vuestra clemencia, pues lo fui por mis culpas de vuestra indignacion y vuestra justicia: sea yo uno de los muchos que alaben en el cielo eternamente tus miseri- cordías, pues soy uno de los muchos que en la tierra lloran sus miserias, y dicen arrepentidos: Señor mio Jesucristo, ele.
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