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190 SOBRE LA ETERNIDAD. tiana nos enseña, no han tenido bastante fuerza para apartaros del pecado y que abraceis el partido de la virtud, á dónde me conver- tiré por último recurso, sino á tí pensamiento grande : á tí pensa- miento asombroso, á cuya vista desaparecen los reinos, se ani- quilan los imperios, y pasa como una sombra todo lo visible? Si: á tí me convertiré segunda vez asunto vaporoso, que haces tem- blar á losmonarcas. horrorizas á los sábios, aturdes á los ignoran- tes, estremeces á los justos , y eres capaz de llenar de un saluda- ble pavor á los pecadores. A tí me convertiré, oh espantosa eterni. dad que has llenado los desiertos de anacoretas, las iglesias de mártires, los monasterios de santas virgenes, el cristianismo de santos confesores, y has hecho volar al cielo innumerables bien- aventurados. Venid, pues, oh años eternos: venid á suplir mi de- bilidad. Cogitavi dies antiquos: et annos eternos in mente habui. Oh grande! Oh asombrosa! Oh interminable eternidad! Tú eres mj último refugio: ven, que de tí espero la conversion de mis oyentes: ven, que ya empiezo á meditarte ; y aunque carezcas de fin , tú lo serás mio y de todo mi auditorio con una felicidad interminable ó con una desdicha eterna: Cogitavi dies antiquos: el annos eternos in mente habui. Pero, Dios inmortal, cómo habiendo una eternidad de gloria para los buenos, y una eternidad de infierno para los malos, hay tantos pecadores , y tan pocos justos en el mundo? Cómo tantos cristianos corren presurosos por el mar y por la tierra, espuestos á innumerables peligros de la vida, de la conciencia y del alma, entre borrascas furiosas , entre las asechanchas y acometimientos de tantos enemigos, sin quietud, sin sosiego, con afanes inespli- cables, y todo por unos bienes aparentes y transitorios; y esos mis- mos cristianos no dan un paso, interminables y eternos? Cómo unos ni quieren incomodarse en nada por la adquisicion de unos bienes dejan á sus padres: otros á sus mujeres y queridos hijos: estos su patria: aquellos sus parientes, sus amigos, sus conveniencias y las comodidades de una vida tranquila, y viajan por las provincias y reinos mas distantes , hasta los estremos de la tierra, por adquirir unas riquezas que hoy existen, y mañana desaparecen; y todos ó la mayor parte de ellos tienen por insoportable una pequeña fatiga, dirijida á conseguir el cielo para mientras Dios sea Dios? Ay, ama- do pueblo mio ! para qué os haré yo esta dolorosa pregunta? Nadie ignora el orígen de estos desórdenes. Todos sabeis que nada nos es mas útil que el pensamiento de la eternidad; pero en nada se pien-

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