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IBUNMOS CONTRA LAS CAUSAS DE LA INCREDULIDAD, —A El qui estis vos, qui tentatis Do- minum ? Juditk.c.8.v. 11. No estrañers, caristmos oyentes mios, que nos hayamos dete- nido en destruir los pretestos de la incredulidad. Tratábamos con hombres instruidos , y como se tienen por adornados de un génio serio y reflexivo, de un estudio profundo y sostenido, de unos co- nocimientos nada vulgares, y tal vez son de tunas costumbres «en lo aparente morigeradas , era menester ir paso á paso adelantando terreno sin dar golpe en vacio, para no*vernos precisados árelro+ ceder por algun acometimiento violento y repentino. Algunos de nuestros enemigos en la doctrina , habian empleado varios años en la soledad para adquirir una ciencia sin sobriedad y dañosd:: una ciencia terrena, que los hiciera desgraciadamente -memorables en su siglo, por baberse atrevido á minar sordamente los cimientos de la santa religion que profesamos, antes de declaratla abiertamente la guerra con sus escritos. Esta preparacion misteriosa les habia adquirido el renombre ilustre para ellos de maestros de la incre- dulidad, y proporcionado para formar un nuevo sistema de reli- gion, en que se descubria la sagacidad mas fina, la erudicion mas agradable, las blasfemias mas disimuladas y los mas bien paliados errores. No era facil en poco tiempo hacer que la razon destruyese un sistema lan meditado, pusiese en claro sus errores, arrancase la máscara á su sagacidad, y convenciese su aparente erudicion- Si3mi obra, aunque pequeña , ha quedado sólida y bienproporcio nada , no debo sentir el tiempo empleado en su fábrica ; pero el ar- tífice seria reprensible, si por adelantar en breve tiempo su edifiz cio le concluyese sin firmeza y regularidad. En suma, era nuestra ucha con incrédalos instruidos ; y sus talentos aunque desgracia

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