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142 DEL PECADO ORIGINAL, sirviendo á mis vastos designios todos los elementos. Yo, adornado de un dominio tan natural y asombroso, nazco desnúdo y llorando y vivo mucho tiempo sin saber hablar, sin saber comer, ándar, vestirme ni defenderme, llevándome en todo esto ventajas conoci- das las aves del aire, los peces del mar , los animales de la tierra, jas sabandijas y los insectos mas despreciables. Dios inmortal! Quién soy yo? Ecce mysterium vobis dico. Yo veo en mi alma unas ideas claras del bien y del mal moral. Conozco naturalmente que robar el bien ageno,, faltar al contrato justo, mentir y engañar al prójimo, herir sin causa á mis semejan- tes, oprimir al inocente, abusar de la buena fé de los sencillos y otras cosas á este modo, mi corazon las condena como feas , desean- do no hacer á los prójimos lo que yo no quisiera que hicieran con- migo; y conducido de estos rectos principios , establezco leyes, formo reglamentos y escribo ordenaciones en que brilla la equidad, la justicia, la veracidad, que mantienen el órden y buena armonía del universo: la obediencia á los soberanos , la piedad con los pa- dres, la misericordia con los necesitados , la fidelidad en los contra- tos, la frugalidad en los convites , la moderación y decencia en las diversiones , la honestitad en las palabras, la modestia en los ves- tidos y la rectitud en las intenciones y las obras. Yo al mismo tiem- po que' presento el modelo de las virtudes mas heróicas, esperi- iento las mas viciosas inclinaciones, y rindiéndome voluntariamen- te á aus impulsos, soy un mónstruohorrible de todos los desórdenes y pecados. Abusando torpe y feamente del po der, desprecio todas las leyes, atropello todas mis obligaciones , aflijo los inocentes, en- gáño á los incautos , robu los bienes del prójimo, ensucio la pureza de los tálamos , aborrezco á mis sem ejantes y sorprendiéndolos en los caminos ó en la tranquilidad de sus casas ,” sacrifico sas cauda- les y sus vidas al ídolo insaciable demi codicia. La ambicion me saca fuera de mi mismo, y agabillando las gentes y formando ejér- eitos innumerables, sujeto á la injusticia de mi espada los pueblos, las provincias y los reinos, despues de haberlos cubierto de cadá- veros y regado con la sangre de los hombres. La incontinencia trasladandoá mi corazon y á mis huesos los Etnas y los Vesúbios» mé ciega y me precipita para que no me reporte, — ni aun mire ni E los vínculos del parentesco , las leyes de la amistad, los de- rechos de: la naturalezay lo sagrado de la religion. La envidia, mordiéndose rabiosamente las entrañas, convierte en veneno las confecciones de los méritos ageños , sus prosperidades y sus virtu-
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