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DEMOSTRADO POR LA RAZON. 139 sos en la gloria, es un misterio; por qué tanta oposicion en los in- crédulos para creer el misterio del pecado original ? No es su pro- pio cuerpo un prodigio? Su alma misma y la naturaleza entera no es un asombro? Sí ciertamente, responderán. Estas verdades las vemos, las tocamos, las sentimos, no podemos negarlas aunque no las comprendamos; pero creer que hubo un pecado, que se come- tió mas há. de seis mil años, y decir que se nos ha de imputar y que incurrimos en él no habiendo existido nosotros en tantos siglos despues? Que se nos castigue por nuestras culpas personales, lo cxije la razon y la justicia lo pide; pero que por un pecado en que no tuvimos parte se nos destierre del cielo y se nos haga llevar en la tierra una vida corta , miserable, Wlena de desdichas y miserias, se nos representa la cosa mas opuesta á la razon que pueda imagi- narse. Cualquiera que tenga la menor idea de Dios, creerá ser éste el absurdo mas injurioso á su justicia y santidad, que hayan cometido los hombres. Al fin si este misterio se nos descifra, si se nos persuade razonablemente, nada nos queda que oponer á las verdades de la religion cristiana : cedemos á su verdad, detesta- mos todos nuestros estravios contrarios á su doctrina, la segui- remos y observaremos inviolablemente hasta la muerte. Ya ois, amados cristianos mios, enlo que quedamos de acuer do con los incrédulos, Qué felices sois. vosotros : sí, vosotros., que con una fé sencilla prestais un razonable obsequio á- las decisiones auténticas de nuestra infalible madre la Santa Iglesia! Esta congre- gada legítimamente en la ciudad de Trento , y Jirijida por el Espí- ritu Santo, que es espíritu de verdad, os habla y. enseña; que Adan, el primer hombre, el padre de todos los hombres , por. n0 obedecer en el Paraiso al mandamiento de Dios, perdió la santidad y justicia, en que habia sido criado : incurrió en la ira € indigna- cion de Dios, y quedó sujeto á la muerte del cuerpo y á la conde- nacion de su alma: que este pecado, aunque cometido personal- mente por Adan , nos daña tambien á todos nosotros : que todos in- currimos en él ex nuestra concepcion , dimanada de aquel viciado orígen;-y que ni por las fuerzas de nuestra naturaleza, ni por nin- gun otro remedio nos podemos ver libres de sus miserias, sino por los méritos de nuestro Redentor Jesucristo , que nos reconcilió con Dios porsu pasion y' muerte, haciéndose para: nosotros justicia, santificacion y redencion, la que nos comunica por el bautismo de- bidamente recibido; pues no hay otro nombre debajo del cielo.:en que podamos ser salvos sino el de Jesucristo: él es el cordero de
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