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SOBRE LA INMORTALIDAD DEL ALMás 135 tidad40h razon humana! avergiiénzate, horrorizale a la vista de los espantosos estravios a que te conduce la corrupcion del co- razon ! Santidad de Dios, justicia de Dios, providencia de Dios, yo os confieso, yo osalabo, yo os publico desde el Oriente al Occiden- te, y desde el Septentrion al Mediodia, porque Dios ha criado mi alma libre , inmaterial, espiritual e inmortal, para que obre con mérito la virtud, ayudada de su gracia: para que elija el bien, y me aparte del mal con la esperanza del premio: para que conozca lo verdadero, y ame lo bueno; para que entienda mi nobleza, mi preciosidad y mi destino : para que tema el castigo del vicio, y €s- pere el premio de la virtud aun mas allá de los horrores del se pulcro. Vos, Dios mio, habeis impreso en mi alma estos deseos» estos temores y estas esperanzas: si mi alma fuera mortal como mi cuerpo , no serían todos ellos una vana quimera, y vos un enga ñador injusto? Sí, Dios mio, Dios bueno, Dios omnipotente y-santo solamente siendo Vos un injusto impostor podrian haber creido los Romanos, los Griegos, los Egipcios, que habia un lugar destinado a suplicios para los malos; y unos campos Eliseos llenos de delicias para los buenos mas allá de la muerte de los cuerpos. Unicamente siendo Vos un engañador torpe, podrian haberse persuadido los Indios, los Chinos , los Mahometanos, los Judíos , los Cristianos, y todas las demas naciones, que las almas eran inmortales. Este gri- to, este sentimiento, este idioma de la naturaleza humana, cons- tante uniforme, á quien ni los años debilitan, ni la diversidad de religiones destruye, ni la diferencia de naciones y pueblos aniqui- la, no es la voz de la verdad? Si esta no lo es, qué otra podra presentar pruebas mas irresistibles? Confesémosla nosotros , cristianos mios , postrados delante de la majestad del Dios de los Mioses, del Rey de los Reyes, del Se- ñor de los Señores, y del principio y fin de todas las cosas : confe- sémosla, y adoremos á Dios uniendo nuestra adoracion á la de to- dos los espíritus y bienaventurados del cielo, y á la de los justoS de la tierra: confesemos que hemos recibido del Señor una alma libre, espiritual , indestructible é inmortal: adorémosle por tan grande beneficio , y convidemos al cielo y á la tierra, á los ángeles y los hombres á bendecir su santo nombre. Venid, y alegrémonos delante del Señor, y cantemos á Dios nuestro Salvador: presentémonos delante de su divino rostro con- fesando su gloria, y alabémosle con himnos y salmos. Dios es grande Señor: Dios es rey grande sobre todos los dioses; Dios no

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