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2 SOBRE LA EXISTENCIA DE DIOS. promision por el pecado de su incredulidad : Et videmus quia non potuerunt introire propter incredulitatem. Y si el apóstol San Pablo ya recelaba los daños de la increduli- dad en aquellos días felices del cristianismo : en aquellos primeros tiempos, digo, en que estaba viva la fé, firme la esperanza, ar- diente la caridad y las costumbres de los fieles eran tan puras, tan irreprehensibles, y tan santas , como que vivian entre los pri- meros discípulos de Jesucristo, que acababa de enviar sobre ellos su divino Espíritu , llenándolos de gracias y virtudes , cuánto mas levantaria la voz San Pablo si viviera en nuestros dias en que la ti- bieza de la fé y la relajacion de las costumbres es tan universal y sensible ? en nuestros dias en que la incredulidad no camina, como en otros tiempos, tímida y entre las oscuras sombras que la en- vuelven , sino que marcha atrevida con la frente levantada , pre- tendiendo erijir su trono sobre las ruinas de nuestra santa religion? Con cuánta mas razon que en su tiempo procuraria hoy San Pablo preservar á los fieles del contagio de la incredulidad, al escuchar tantas bocas blasfemas como se abren, tantos libros impíos como se escriben para sostenerla y propagarla? No estrañeis por tanto, cristianos mios, que ya que no exista San Pablo entre nosotros , no falte alguno de sus sucesores que deseando y pidiendo á Dios alguna parte de aquel grande espíritu, procure llenar dignamente una de sus primeras obligaciones, ad- ministrándoos una doctrina sana, una doctrina santa, católica y apostólica, que no solo pueda preservaros de la infeccion de los incrédulos , sino que os haga triunfar gloriosamente de todos sus acontecimientos, No estrañareis que diga como el apóstol: Videte fratres, ne forte. sit in aliquo vestrum cor malum incredulitatis : mi- rad hermanos que vivimos en unos dias malos: mirad que debe- mos preservarnos con todo cuidado del contajio de la incredulidad: mirad que no se halle ya alguno de vosotros contaminado con esta Peste: mirad que han llegado ya los tiempos en que es menester dar razon de lo que creemos y esperamos , como lo encarga ej Príncipe de lOs apóstoles San Pedro: mirad que en nuestros dias no Se impugna dá la religion en uno ú otro de sus dogmas , sino en todos. No se trata de negar la consustancialidad del Hijo con su Eterno Padre , como pretendian los arrianos : no la maternidad di- vina de María Santísima , como los nestorianos: no la necesidad de la divina gracia, como los pelagianos; no la intercesion de los santos y la existencia. real y verdadera del cuerpo y sangre de Je-

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