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on So 114 SOBRE LA CLARIDAD DE LAS PROFECIAS primeros que prohibimos que se crean y refieran los falsos mila— gros, nosotros predicamos contra ellos, y nosotros decimos públi- ea y privadamente á los cristianos que nuestra santa religion no ne- cesita de embustes para sostenerse; y los desengañamos con franque- za y caridad, cuando vemos que su piedad poco ilustrada y mal en- tendida los ha conducido á escesos de credulidad. Yo soy el menor y el mas débil de los ministros de Jesucristo, y podria presentarles á los incrédulos tantas demostraciones de esta verdad , que acaso ellos, con toda la fuerza que suponen en su espíritu no se hubie- ran atrevido á chocar con pueblos enteros para sacarlos de unas ilusiones que contaban en su apoyo siglos enteros de prescripcion, como yo lo he practicado mas de dos veces. Quedemos, pues, con- formes en despreciar los errores, los falsos milagros, y, en una palabra, toda mentira; pero quedemos tambien en ser discipulos de la verdad y en prestarla toda la veneracion que se merece tan her- mosisima virtad. Y si yo se la mostrare en los milagros, la eree- rán? Si veritatem dico vobis, quare non creditis mihi? Si yo les mostra- re que Dios, para manifestar sus pensamientos y enseñar su volun- tad santa y adorable á los hombres, no necesita como ellos de pa- labras artículadas , sino que con un idioma divino, propio de Dios y únicamente de Dios, se esplica como omnipotente, trastornando las leyes que él mismo puso á la naturaleza, abriendo las prisiones eternas de la muerte, desenvolviendo los misterios ocultos en los impenetrables abismos de lo porvenir, haciendo ir huyendo delan- te de sí las enfermedades, los elementos y los demonios; me cree- rán? Si yoles dijese que por milagro entiendo una interrupcion de las leyes de la naturaleza, hecha para atestiguar ó manifestar la virtud: que solo Dios puede obrar estas maravillas, y que siendo Dios la sabiduria infinita, la bondad por esencia y la santidad suma, es del todo imposible que las obre en favor del engaño y la ment ra, me creerán? Por último, si yo les dijere que los milagros son la voz dela divinidad que ha hablado en favor del antiguo y nuevo Testamento, procederemos conformes en admitir estas ideas exae- tas, y me creerán? Sin duda que en este caso la certidumbre y la evidencia depondrian á favor de mi santa religion, y quelos incré- dulos:mas obstinados cederian á la verdad si les quedaba algún principio de rectitud en el espíritu y en el corazon. Pues manos ú la obra, y dejemos correr á la manera de un rio caudaloso los he- chos milagrosos, que sucesivamente desde los tiempos mas remo- tos se Os presentan.
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