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Y VERDAD DE LOS MILAGROS. 101 la tierra aun cuando la hubiera propuesto claram ente? Para qué son esos enigmas, esos embozos, esos misterios incomprensibles? Si quiere que le entendamos, hable claro: si quiere que le obedezca- mos, manifieste su voluntad, no la oculte; y si quiere instruirnos, po nos haga inaccesibles sus lecciones. No se diga, pues, que el Eterno habla y hace oir su voz en las profecías, sino que los hom- bres atrevidos y astutos las han compuesto, adornándolas con el velo de los misterios, para que si en los siglos siguientes sucediese algun caso que se les parezca, griten: profecía , profecía , y si no se presentase cosa que pueda apropiársele, digan: no se han cum- plido los tiempos de su verificacion; y de este modo queden siem- pre a cubierto sus invenciones. No de otra suerte acontece con los que llaman milagros. Los cristianos supersticiosos, (asi continúan hablando los blasfemos in- erédalos que se dicen instruidos) los cristianos supersticiosos é ig- norantes , no saben ni han llegado á comprender jamás las fuerzas de la naturaleza; y aturdidos con cualquiera caso estraordinario, lnego les parece un milagro, sin reflexionar si está ó no dentro de los limites y órden de la naturaleza , y si el Omnipotente, que es- tableció este órden , estos límites y dió estas leyes á la natura 5 puede obrar contra lo mismo que él ordenó desde la misma dad. Resulta, pues, de este juicioso raciocinio, que ni las pp son claras, ni los milagros son ciertos, y que todo es un cion de los hombres para engañarse unos á otros, y Henarsq4 siones. Dios inmortal ! Vos me enseñais con la doctrina y el ejemplo»! perdonar las injurias. Vos me mandais que reserve á vuestra ¡09H cia la justa venganza de vuestros agravios. Con que los cristianos —— somos ignorantesy supersticiosos porque creemos á Dios? A Dios que es la suma verdad , no debemos creer cuando habla y manifies- tasu voluntad santa y adorable? Pues qué, debemos mas crédito a los incrédulos que al Omnipotente ? Si ellos creen que hay Dios y saben quien es Dios, cómo no lo creen? Menos inconsecuentes pro cederian si negáran la existencia de Dios; pero confesar este dog ma fundamental de la religion, y contradecir su veracidad en las profecías , y su omnipotencia en los milagros , es una evidente con tradiccion. Ciertamente, replicanlos incrédulos, esa es una verdad pero la dificultad está en la oscuridad y ambigiedad de las profe? cias, y en la incertidumbre y falsedad de los milagros. Muy bien. Luego si yo les demuestro irresistiblemente que las profecías no po

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