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Y SOBRE LA CLARIDAD DE LAS PROFECIAS Y VERDAD DE LOS MILAGROS. AAA Si veritatem dico vobis, quare non creditis mihi? (Joan, 8.) Las pruebas con que hemos demostrado la existencia de Dios, son tan claras, que es imposible hacer un recto uso de la razon y contradecirlas. Las razones con que evidenciamos que este Dios exije un culto religioso, justo, razonable y virtuoso, y que en nin- guna sociedad de hombres se halla su pureza y santidad, su estabili- dad y permanencia , sino en la religion cristiana, nos parecieron irresistibles. En ella vimos una religion revelada, digna de Dios» y propia del hombre criado para grandes, magníficos y eternos destinos. La existencia de Moisés, la autenticidad de sus libros, la verdad del Evangelio, la santidad y sabiduria de Jesucristo, la ruina del gentilismo, la dispersion de la nacion hebrea, y el esta- blecimiento del pueblo cristiano : todos estos hechos grandes, cier- tos, estupendos y maravillosos , se nos presentaron con tan irrefra— gables caractéres de verdad, que nos vimos felizmente precisados en fuerza de su evidencia , á esclamar con el profeta; tus testimo” nios, oh Dios y Señor , son en grande manera creibles. A pesar de la resistencia que oponia la instruccion que suponian en sí mismos los incrédulos, ha triunfado la verdad, y esta virtud ha presentado su semblante tan bello y luminoso, que únicamente cerrando los ojos del entendimiento con obstinacion, podrá dejar de versey estimarse su hermosura. Mas, segun parece, no hemos acabado de destruir enteramente los atrincheramientos de los in- crédulos que se dicen instruidos: todavía se resisten desde la oscu- ridad de las profecias y la incertidumbre de los milagros. Si Dios ha hablado , dicen, por qué ha envuelto entre sombras impenetra- bles su adorable voluntad ? Quién podria resistirla en el cielo ni el
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