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9 SOBRE LA SABIDURIA Y SANTIDAD PUNTO SEGUNDO. Santidad de Jesucristo. Temblad, cristianos , al escuchar esta formidable verdad , que ha formado todos los incrédulos. Los vicios del corazon oscurecen las luces del entendimiento, y la recta razon se disminuye en pro- porcion que el corazon se corrompe con los vicios. Por consiguien- te, ninguno puede ser perfectamente sábio , si no es perfectamente bueno. Si él no tiene una idea verdadera de la virtud, cómo podrá ser verdaderamente virtuoso? Las pasiones y los vicios que per- vierten la voluntad del hombre , ofuscan tambien su entendimien— to, y le dan falsas ideas en materia de religion. De las pasiones nacen los errores: ellas han dado á luz aquellas preocupaciones monstruosas, que convierten el vicio en virtud y la virtud en vicio, y llegan hasta precipitar los hombres en la herejía y en la incredu- lidad. Por mas talento que supongais en el hombre, si su corazon no es recto delante de Dios, con cuántos lunares nos presentará el bello cuadro de la virtud! Miradlo en los Sócrates , los Platones, los Aristóteles, Sénecas y Cicerones: ellos eran hombres de un ta- lento estraordinario , y en sus retratos de la virtud, se ven al lado de los rasgos que la razon ha dictado, las manchas de su pasion y sus preocupaciones. Lo mismo que sucedió á los filósofos de la an- tigiledad pagana, acontece á los filósofos de nuestros dias. Siempre nos dan defectuosas las copias de la virtud : no está perfectamente en ellos : no la ven en sí mismos, cómo han de dar ideas verdade- ras de la perfecta santidad? Jesucristo es únicamente el que nos ha dado la perfecta idea de la verdadera santidad , porque él era per- fectamente santo. Su razon no se oscureció jamás con nublado al- guno, y su corazon no se manchó jamás con pasion alguna. El solo ha sabido pintar la virtud con los colores que la caracterizan, to- mando la idea de sí mismo. No espereis que yo ciña mis pensa- mientos á una sola virtud para mostrar en ella el carácter de Jesu- cristo , porque todas las tuvo y practicó en sumo grado: no pen- seis que vengo á hablar de todas, porque esto seria emprender un imposible y proceder en infinito. Yo sé ciertamente mas que si lo viera con mis ojos, que ninguno conoce al Hijo sino el Padre; y asi como ninguno conoce al Padre sino el Hijo, y aquel á quien el Hijo

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