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a 96 aN Colorin Colorado rroso. Tu mismo lo vas a descubrir. Tira con cuidado de ese eordén. ;Despacio..... ;es0 es! ;Miradlo! ~— Valgame! Oiga usté: ¥ esto zqué es? ; —Esto eres td y esto soy yo, y todos. Eso es el hombre, es decir, el interior del cuerpo del hombre. —Aqui mesmamente tengo yo fa bala, aqui en el “hombral”. Tiénteme usté, Padre, y vera. —Efectivamente. ZY donde caiste herido? —En Brunete. Le digo a usté que jhubo alli un cisco!l.... ~Es verdad. Fué aquélla una de las mayores batallas de esta querra. —~Pero zsabe usté, Padre, volviendo a esto del cuerpo del hombre, sabe usté que somos mucho feos por dentro? —Es cierto. Y algunos también por fuera somos feos. Pero *@sas visceras que veis ahi, el corazén, los pulmones, el higado, el estémago, el intestino, etc., etc. de apariencia, no solamente fea, sino repugnante, son una verdadera maravilla artistica, eterno manantial de admiracién para los sabios. Ni la maquina mejor hecha, ni un finisimo y acabadd reloj de pulsera, esta mejor construido ni funciona mejor que todas esas piezas que veils, cuando estan vivas y el hombre esta sano. ~Voy a preguntarle a usté ahora una cosa y usté dispense. ~Vamos a ver. —Ustedes tienen aqui muchos animales y muchos peces y pajaros.... en fin de todo, pero za que no tienen ustedes un ani- mal que le voy a decir yo? ~—Podra ser que no. zEs animal europeo? —Lo que @s un granuja. —zCorre o vuela? Eso es lo malo, que ni corre ni vuela, sino que esta parao, pa reventarte a picotazos. --Pues, zquién es? BS — El piejo. zA que no tienen ustedes el piejo? —zZQue no tenemos el piojo en el Museo de Lecaroz? Pues lo tenemos y ahora mismo to vas a ver. Ven aqui. Venid también vosotros. —zNo te decia yo, Peralta, que aqui no falta nada? ~—Mirad, y fijaos bien en esta vitrina: la pulga, la chinche, el mosquito. zConodcéis a é6se qus esta a la derecha de la pulga? — Ah, perro! ;VYa te veo, ya! ;Este es, éste! Miralo, Soria. Fijate, Caparroso. ;Ah, ladrén! Las noches que he pasado sin dormir por ti, y lo que me has hecho arrascar! Le digo a usté, Padre, qué a los “piejos” les tengo yo mas rabia quea los rojos. Eso de que te esté acribillando un bicho de éstos y tu tengas