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_porPepito Reyes 89 —Es una barbaridad. —Pues miuste, paice que le ha sabido buena. —~ Tose? —e~Qué? zTambién tiene que toser? —Es lo ordinario. —Pues no tose, no sefior; lo que hace es relinchar. —~gRelinchar? zque relincha el enfermo, dice usted? —Si sefor, y mucho.... no crea usted. Da unos relinchos te- rribles... en fin, lo mismo que cuando andaba por ahi sano y bueno. ~-jWalgame Santa Toséa! —zEs raro, eh? —Eso es que tiene fiebre altisima, y delira. Tomele usted el pulso. gSabe usted tomario? ‘ —zY donde se les toma a éstos el pube? —jPues en el brazo, hombre! —Va. . -—Y¥ que continue el enfermo bien abrigado. —Tocante a eso no tenga usted cuidado, porque la cuadra es caliente, y sigue en el mismo rinconico donde lo vido usted ayer. —z~Como? . —Entre el “Arrogante” y la “Piatera”’. --(Pero zgqué dice usted, hombre?) —Ademas tiene tres mantas encima. Y por cierto, que hace poco he querido ponerle también la albarda, para sujetarselas mejor; pero al verme con ella levantada en alto, me ha soltao un par de cocés que, si me coge, me deja en el sitio. ~—j;Oiga usted. zPero quién es usted? za quien tienen us- tedes en casa enfermo? —Pues, el burro. zNo es usted don Juan, el veterinario? Y el duefio del animalito no oyé més; porque el médico, suelto el auditivo, cayé hacia atras derribado sobre !a silla, y alli estuvo, con el rostro vuelto hacia e}] techo del salén, dando, durante tres minutos, la carcajada mas estrepitosa que habia dado desde que tuvo uso de razén. Cuando cesé aquella tempestad de risa, y empezaban a entrar en caja los nervios del doctor, sond el pestillo de‘ la i puerta y apareciéd en el hueco el sefior veterinario. Y como después de saludar al médico, se encaminase recto al aparato,
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