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La Comedia on le wade —j&y, Dios mio! TENIA a la sazén el muchacho aquel velaticuatro atios de edad; y era fuerte como una encina y alegre como unas eastafiuelas; pero esos mal- ditos bacilos (que creo que se Ilaman asi, porque tienen la forma de bastén) la em- prendieron en una tarde de agosto a gayatazos con él, y lo derribaron en el lecho, -con profundo malestar, y cuarenta grados de tempe- ratura. A las dos horas de ha- berse acostado, estaba ya en la aldea y junto a su cama el médico del Partido. Le miré ta lengua, le exa- ming el pulso, lo ausculté, le dié golpecitos en la es- palda, hizo, en fin, cuanto prescribe la ciencia en tales lances, y tlamando luego aparte al padre del mucha- oho, que habia seguido toda aquella operacién con el al- ma en un hilo, le dijo en erudo y sin intentar atenua- olén alguna de la gravedad del caso: —jTiene pulmonia! —zPulmonta dice usted? exclamé el padre aterrado. —-1;¥ fuerte! afiadid el médico. —Pero no se alarme usted. Su constitucién es robusta, y ereéo que la va a vencer. Mafiana por la tarde volvere. Entretanto, ealor, dieta absoluta y... esto, dijo el doctor, alargando al asus- tado padre una cuartilia de papel que contenia la receta. Dichas estas palabras, desoendié ai portal, desatdé el cabalio, monté en él, y después de encargar al labriego que al siguiente @fa a las siete se pusiera al teléfono (porque habie teléfono athlete eae ta a a Oe 2? At

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