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140 Colorin Colorado atencién de los camaradas que formaban cerca del soldadito de marras, hubo entre ellos sus comentarios, y, de boca en boca, liegé por fin a ofdos del mismo Coronel. El Coronel liamé al Capeilan, y le dijo: ~He oido que uno de mis subordinados, mientras usted ce- lebra la santa Misa ios dias de fiesta, en vez de atender a elia, pasa el tiempo hojeando los naipeés de una baraja. Haga usted el favor de enterarse del caso e€ informarme sobre él. El Capelian, a su vez, después de averiguar el nombre del supuesto delincuente, le Iiamé a su presencia, entablandose entre el Capeilan y el soldado el! siguiente dialogo: —~Cémo se ilama usted? ~—Andrés Espinosa Montero. ~De ddonde es usted? —De Logrofio. ~Le acusan a usted de que durante la Misa qué célebro yo los dias festivos, usted se Ocupa en hojear jas cartas de una baraja. ZEs esto verdad? —Si, sefior. —zZ¥ por qué hace usted eso? ~Como se atreve usted a cometer esa falta de reverencia? ~Es que no cree usted en Dios, ni en los misterios de nuestra Religién? zEs que no es usted catdlico? —No solamente soy catélico, sefior Capellan, sino que, ade- mas, soy de la ACCION CATOLICA, y cuando estaba en Lo- grofio cOmulgaba diariamente. —Pues ya haré usted el favor de explicarme esa contra- diccién. ~—Es que no la hay. Mire usted: hace unos quince dias re- cibi carta de mi santa madre, y en esa carta me decia, entre otras cosas, lo siguiente: Hijo mio, procura ser en la milicia un buen soldado, fiel cumplidor de la disciplina, y sumiso y obe- diente a tus jefes; pero continua siendo, como lo eras aqui, un buen cristiano. Huye de las malas compafiias, frecuenta en cuanto puedas fos Sacramentos, sé devoto de Ia Santisima Vir- gen, rezando cada dia el Santo Rosario, y cuando oyes Misa, para no distraerte, ayddate de un devocionario, como io ha- cias en Logrofio. No lo Hevaste contigo, pues lo he visto hoy en la cémoda; pero con el dinero que te di en la despedida, te lo puedes muy bien comprar. Estos consejos, Sefior Capellan, me parecieron, como és natural, muy acertados, incluso el ultimo. Pero el caso es que para cuando recibi la carta de mi ma- dre, ya me habia gastado los dineros que ella me did; y, no
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