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104 Colorin Colorado —Sal ahora mismo. Sal, cuando te lo digo yo. Oyése en 6! acto el chirrido de una cama que se cimbrea y medio minuto después aparecié en el baicén la silueta de Calixto : oublerto con una mantay dando diente con diente. —ZQué quieres, pues, y pa qué me Ilamas?, pregunto. : —Es pa decirte, respondié lentamente el de abajo, que si en _ la Gltima partida les queremos el érdago a grande, les ganamos. | : No tenian mas que rey y sota. Ahora mismo me lo ha dicho Ce- a ledonio. | ; —{Por vida de tu agiiela! g¥ pa decirme que no tenian mas i _ que rey y sota me haces salir al balcén en una noche del mes de i enero? Aguarda, que tengo que decirte otra cosa yo. ¥Y entré ace- leradamente en su habitacién. Supuso su compadre que iba adentro a coger una jofaina de agua y tirarsela por la cabeza abajo. Mas se equivocé, porque no era jofaina sino un caldero mas grande que él, pero cuando el . Otro salié, ya su amigo iba calle abajo, en compafiia de Celedo- ‘ nio que le esperaba, apretandose los dos hijares con los pu- ' fios, para no reventar de risa. ‘ Con Io cual el burlado mafio no tuvo mas remeédio que voi- ver a la habitacién con su armatoste sin funcionar, maldicien- do, medio en serio medio en broma de su amigo, del mus, del érdago y de la sota. Pero fiel a su programa, aunque se enojé mucho, no dijo } mas que rediez. Ademas, al maldecir de la sota, se guardé mucho de mal- decir del rey, porque era hijo de padres carlistas y camista también 61, de lo mas fino y auténtico.

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