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— pr para otro día continuar. el resto. No hay orador mejor que las campanas: doctores son con sus broncíneos labios que enseñan en sus púlpitos de piedra, y sin hendirse ni sufrir quebranto, clamando cual trompetas de la Ley o bien sea un sermón, o sea un salmo. Es el badajo, la sonora lengua en todas direcciones golpeando, y en su boca de bronce, «Boca de oro», El Viejo y Nuevo Testamento hallamos. La gran viga cruzada, y de madera, la Redención está representando, de la que ha pender nuestra esperanza, como de ahí la campana: y mientras tanto, el disco con que rueda, suena y suena, del modo mismo, el pensamiento humano corre que corre, y sin cesar rutila, y nos guía la lengua con que hablamos. La soga, que tejida es de tres jarcias, la Trinidad, nos viene recordando, de la Moral, del Símbolo y la Historia: ( y su movilidad de arriba a abajo, 73) que llegando a la vez a lo más hondo llegamos a la vez a lo más alto; de acción v de oración los varios tiempos de un subir y bajar constante cambio, y la Escritura, que del cielo baja v al cielo a subir vuelve, recordándonos, de arriba, la Visión y los Misterios; v su sentido literal, abajo. Y ahora, amados oyentes, una sola palabra tengo que decir, y acabo: que ahí en la Catedral se representa, en honor de la Pascua, un lindo Auto; que todos asistáis, espero: ¡ Cristo nos dé a todos la dicha que anhelamos! ¡ Par vobiscum et benedícite!

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