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el resto... ¡unas cosas confusas... vacías! Cuando saliera de este desmayo ya era de día y con las barras altas y oscuras de mi ventana, por cruz bendita, fué mi plegaria derecha al cielo, la que rezaba cuando era niña, dejando el lecho por las mañanas; ¡y así en mi alcoba vivir creía! Y a Dios doy gracias, porque las sombras ya no me turban, y estoy tranquila con mi destino. Hace ya mucho que esto pasara; cual Catalina (146) para el martirio, dejé mi casa; y cuando fría, de aqueste claustro se cerró la puerta, para encerrarme toda la vida, fué como el golpe que me humillaba y en lo más vivo mi ser hería; se estremecieron todos mis miembros, y por el alma, rota y partida, de aquella celda me hería el frío, como el relente la llaga hostiga de un hombre herido-con duro daño...; mas ya de nuevo vino otra vida, fueron muriendo todas las penas, todas murieron desvanecidas, y hallé un perfecto quieto descanso. No fué desvío, no fué apatía, de pasión ciega que' me oprimiese, sino la misma pasión sentida dejó la tierra mirando al cielo, cuanto más pura, más fuerte y viva. ¡Cómo es el mundo senda azarosa, que si promete las más floridas praderas, lleva por los eriales de una desierta región vacía, igual al noble que al más plebeyo!

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