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ver más que de un bulto la forma indecisa, solo el movimiento de algo que oscilaba, como dos fantasmas que en la sombra huían. Tal fué nuestra fuga, solo un arroyuelo, triscando espumoso, al paso corría, llegaba al remanso, de nuevo triscaba, como si temiera nos descubrirían, al sonar del paso los nuestros caballos: parando en la valla, volvimos la vista, mirando al castillo que detrás quedaba, y al ver que brillaban las altas ojivas, con luz que cruzaba de una parte a otra... nuestros corazones apenas latían: Serpeando el arroyo calló a nuestras plantas, y entonces supimos lo que temería saber nuestra alma. De trompas el eco se oía, y galopes, seguir nuestra huída, y nuestros caballos, resoplando al aire, húmedo, en la sombra de la noche fría, al flanco uno de otro corriendo veloces, un solo acaso los dos parecían, y otro se acercaba, rápido... ligero, como al viento pasa la nube perdida. ¡Oh !, cómo recuerdo tan desalentada, en noche de estío, y rápida huída, salvando marjales y ásperos caminos, dejando a la espalda riberas floridas; el blanco camino, quedando a lo lejos... como un ancho río fluía, fluía... barriendo los setos, las empalizadas, luciendo la luna con luz mortecina... ¡más pálida acaso que mi frente entonces !... nos iluminaba, mientras en la huida las matas salvábamos, que el paso cerraban y aquella floresta cruzar impedían ! Todo esto recuerdo; después ya no atino traer a mi mente tan triste desdicha... la ciega, la loca, la desesperada, y la dolorosa y dura caída: