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La Capilla. Vísperas. Después de que los frailes se van reti- rando, se ve a un corista conduciendo a un monje anciano que está ciego. PRINCIPE ENRIQUE Ya se fueron los monjes, menos uno; y aqueste, lento, en su abstracción camina, embebido, sin duda, en la profunda y callada plegaria que recita. Tal vez su corazón no halla descanso, y en palpitante pecho se fatiga, y los crispados dedos se golpea, o en el aire, trementes, los agita... hacia aquí le conduce en derechura, de blondo pelo, conventual corista. ¿Si será él?... ¡o mi razón se pierde, o extraña luz los ojos me fascina! mas, no: conozco bien esas facciones, que el tiempo ha trastocado tan aprisa, tornando cano el ébano cabello! ¡ El Conde Hugo del Rihn!: ¡sí! ¡la maldita persona, la enemiga de mi raza, la más odiosa, a muerte aborrecida de mi sangre y estirpe! a a co.
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