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(Se del profético libro que traslado; que me temo, mi parte sea quitada del libro de la Vida, allá en su santo juicio! ¡ Mas, salió bien! Yo no tuviera inconveniente alguno, en colocarlo en el mismo anaquel, con los escritos de Santa Tecla, y de Teodosio el Sabio (124), que en letras de oro puso el Evangelio (125); y aunque salió sin tachas y esmerado, al mío nunca llevará la palma, si renglón por renglón lo comparamos. ¿Y esta letra inicial?, ¡ni más hermosa la hiciera San Ulrico! ¡Yo he detallado (126) hasta la hoja... el caracol... los ojos.. v bien, sobre la cola de este pavo!... ¡ Y ahora, al dar la vuelta a este volumen entre cubiertas, ¡qué tesoro hallamos! ¡qué tesoro en las páginas tan bellas !, ¡ qué arte no se ve!, ¡qué lindos trazos !, ¡ filigranados de carmín y de oro! ¡ Y que Dios me perdone, si en mi ánimo una escondida vanidad me ciega, ¡mi talento tan pobre!... ¡y todo en vano! ¡ Yo te lo diré, Señor; esta es la copia de tu Verbo, grabado en las grandes fatigas y desvelos, y en ímprobos trabajos! (127). ¡ Recíbela, Señor, por ti la hice, como todas mis obras te consagro: asoma a la ventana,) Serena brisa, bello panorama... ¡quién tuviese ese verde en la qrualeta para llenar mis hojas de paisajes! ¡Oh, qué dulce gorjea la oscura golondrina!: una diviso en su nido contenta... ¡un reflejo no más del bello cromo, con su cabeza negra, con su luciente cuello, Ml E iÑ l

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