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para la casa de Israel y de Juda, en lazo y ruina para los - habitantes de Jerusalen , y que muchisimos caerian con- tra esta piedra y se eétrellarion: » (Isaie, cap. vt, 14 y¥ 15.) Asi tan verdadero es el oraculo en que se nos presenta Jesus como principio de nuestra dicha, como aquel que nos anuncia que causara la ruina de los malos: Positus est hic in ruinam. Si; Jesucristo es ocasion de perillctoti para sus enemi- gos (y no necesitébamos para saberlo de las palabras del sacerdote Simeon , pues el mismo Niilo nos lo ensefiaba’ con presentarse en el templo): gqué viene 4 hacer Jesus en este templo? Viene 4 humillarse ante su Eterno Padre, ‘viene 4 cumplir con una ley que El mismo ha de abolir; atin no sabe hablar, y ya sabe humillarse y obedecer; al pisar los umbrales del santuario en los brazos de su Ma- dre, yo contemplo 4 este Nifio hablando con su Eterno Padre, y diciéndole: «Padre mio, imposible es que se per- donen los pecados con la sangre de los buenos que ha corrido en este templo: no has aceptado los holocaustos, pero me habeis preparado un cuerpo en mi humanidad; aqui me teneis, pues , pronto a sacrificarme por amor de los hombres, y dispuesto 4 hacer tu voluntad.» (Hebr., ca- pitulo x, 6,7.) Jesucristo, pues, santifica hoy laley, some- tiéndose 4 una,4 la cual no estaba obligado, confundiendo de este modo las maximas del mundo contrarias a la ley de Dios. Jesucristo viene hoy al templo 4 rendir home- naje de obediencia 4 su Padre, ofreciéndole el sacrificio de su cuerpo para que un, dia sea entregado 4 la muerte; de su alma, para que sufra las agonias mas crueles; de su voluntad, para que sea en todo conforme 4 la voluntad de su Padre. A vista de un ejemplo tan herdico, qué debe hacer el hombre? Doblar su cerviz al suave yugo de la ley, sacrificar sus pasiones 4 la ley, no seguir ni las inclina— ciones de su corazon corrompido, ni el dictamen de su razon depravada , ni el orgullo de su amor propio, sino

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