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‘Si, ieaniios mios: la entrada de Jesus en eb aiacio en los brazos del sacerdote era el momento soberano es- cogido por El para descubrir 4 toda edad, sexo y condi= — cion que solo hallarian en El el principio de la felicidad. . No son ya solos los angeles, los Profetas y los pastores los que le reconocen, sino el pueblo todo; pues es publi- cada su venida en fou atrios del Seiior, ‘donde todos se reunen para oir la relacion de las obras del Omnipotente. En el corto espacio de diez meses se ha conmovido la naturaleza por los pasmosos efectos de la llegada de este Nifio, no obstante hallarse éste encerrado en el sagrado talamo, 6 confundido entre las rudas apariencias de una choza desmantelada. Ved los portentos que obra: una virgen, es madre; una estéril, alumbra; un mudo, ha- bla; una mujer, profetiza; un nifio de seis meses da saltos de alegria dentro de la tenebrosa carcel donde fué engendrado: el gentil lo adora, y-la viuda del templo entona himnos de alegria con mas entusiasmo que cuando en los dias de su juventud marchaba\al himeneo’ coronada de flores y al sonido de las arpas. Tanto’ mo- vimiento no tiene otro origen que este Nifio ; eran estas las primicias de su aparicion, 4 la cual seguirse debieran tan colmados frutos , que al verlos de antemano David, no supo cémo descifrarlos sino por medio de una hipér- hole la mas poética en la perspectiva, pero no ménos real y veridica en sus efectos. «Reciban, dice en canticos de fuego ; reciban los montes paz para el pueblo, y los colla- dos justicia. El justo descendera como Ja lluvia sobre el vellocino y como fecundante llovizna que gotea sobre la tierra yerma. En sus dias reinara justicia y abundancia de paz, hasta que sea quitada la luna. Lo adoraran todos los reyes de la tierra ; todas las naciones le serviran; y el trigo que saldra en la tierra, en las cimas de los mon- tes, elevard sus espigas con scearitl y verdor como los cedros del Libano, y floreceran los de la ciudad como las

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