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tifice: una es triste, otra jocunda; una inspira terror, otra confianza; una es la herencia de los réprobos, otra la de los escogidos ; una es la necesaria consecuencia del ‘crimen, otra el premio de la virtud : un momento solo ha sido suficiente para que Sjmeon recorra dos espacios que distan infinitamente entre si: el infierno y el cielo; ve la humanidad dividida en dos seccipnes para siem- pre; los unos se han condenado 4 desventuras sin fin, Jos otros se embriagan en raudales de gozos inefables , y los primeros no son infelices sino por haber don trite cido al Nitio divino que por salvarlos se humanara, siendo los demas dichosos por haber humillado su cer- viz al suave yugo de su ley. Este Nifio, dice Simeon, , esta puesto para ser la causa de la ruina y del levanta- miento de muchos. No es Simeon la causa primera de estas palabras proféticas; porque si él llevaba enténces en sus manos 4 Dios-Nifio, cuya lengua estaba paraliza- da entre la debilidad de la Molineis Dios animaba aque- lla venerable ee y: hablaba por ella, como dice — el sublime Agustin. ¥ Hénos aqui trasladados & un horizonte divino, en donde nada puede hacer el hombre con su propia accion; pero Dios habla y decide, apareciendo Ja verdad por todas partes como luminosa estrella, que muestra el camino al navegante nocturno: si creemos en estas palabras, y se- guimos la huella que nos demarcan, enténces se cumple infaliblemente cuanto nos dice por la boca del sacerdote Simeon: «Nuestra grandeza, nuestro ensalzamiento, nues- _ tra glorificacion nos estan aseguradas en Jesus.» Positus est hic in resurrectionem multorum. Si; el Primogénito _ entre los predestinados, desde que se halla en los brazos de Simeon, es el prototipo que han de imitar los hombres para salir conformes4 la imagen del Hijo de Dios. Antes hiciera ya cosas admirables : al entrar en las entrafias de Maria, humillara toda su grandeza 4 la pequefiez de la TOMO III. 5

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