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ae = eee 60 rusalen, penetrar por sus puertas y calles, llegar al san- tuario, y pregonar altamente que la noche habia pasado y se acercaba el dia. Para esta augusta proclamacion de la Era de la gracia, en que se manifestaba cuanto Dios haria por el hombre y cuanto el hombre podia hacer para si mismo, era indispensable que concurriesen los objetos mas caros al hombre; la razon para ser ilustrada, la Re- ligion para ser ensalzada, la profecia para ser testigo, el santuario para dar mayor solemnidad al pregon divi- no que iba 4 hacer resonar las bévedas, y el pavimento y el sacerdocio para que trasmitiesen integro 4 los pue- blos el depésito de la verdad. Todo esto veo yo en la en- trada del Nifio Jesus en el templo, reclinado en los bra- zos de su Madre, recibido en los del soberano Pontifice, acompafiado del Patriarca José y de la profetisa Ana. {Qué espectaculo tan bello! ;Qué misterios tan conso- latorios se nos revelan en el momento de la presenta— cion de Jesus en el templo! Entra Dios en el sagtado recinto, donde su gloria se viera muchas veces clara y os tensible, y, sin embargo, no lleva 4 sus Atrios otro apara- to que los sollozos de la infancia y la vileza de los patia- les; lleva Maria sobre su seno la mas sagrada victima, y, con todo, ni ésta va coronada de flores, ni se ve la mu- chedumbre del pueblo, ni se oyen los cd4nticos de los le- vitas, ni los ecos de las citaras y salterios. Toda la os- tentacion de esta ceremonia es la pobreza ; todo su haber son dos tértolas; toda su gloria exterior esta cifrada en la humildad y modestia. Pero apénas ha llegado este Niiio 4 la presencia del tabernaculo , la abyeccion exterior desaparece ante la gloria de la Divinidad , que empieza 4 descubrirse; aquél que sollozdra cuarenta dias en el tris- te ambito de un portal, es declarado el consejero , el ad= mirable, el Dios, el fuerte, el padre del siglo venidero, el principe de la paz; aquel que ha recibido homenaje entre animales estupidos, es proclamado Sefior de toda nc