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alejaron con su Reina, y entre mil acentos de musica celestial colocaron la sagrada imagen de Maria sobre el pilar de alabastro. 4Qué es de la Espaiia desde enténces? ,Qué es de su - {6 y desus creencias? Qué hacen sus hijos? Al poco se extienden por toda ella los discfpulos de la Cruz, ycon- sagran con su sangre las ciudades de la Bética, destru- yendo la idolatria, 6 inoculando en todos los corazones la f6 del Crucificado. j;Ah! ,Quién recorrera las paginas de la historia de aquellos‘tiempos sin llenarse de asombro? Desde los confines de la Lusitania hasta los de la Espaiia Tarraconense; desde las aguas del Guadalquivir hasta las remotas cumbres del Pirineo, no hay ciudad que no séa regada con la sangre de los martires; hoy canfiesan glo- riosamente el nombre de Cristo los Hlalocive; Segundos y Cesifontes; maflana son sacrificados los Facundos y Pri- mitivos; aqui las Engracias, las Leo¢adias, las Justas y_ Rufinas; alli las Eulalias, las Liberatas y Quiterias ; en una parte nifios inocentes; en otras ancianos venerables; en otras ciudades enteras sucumben al furor del tirano, sellando su fé con su sangre; de modo que el pueblo. heréico cuyo brazo hizo temblar 4 Roma, que rechaz6 sus generales, deshizo sus huestes y prefirié abrasarse vivo entre llamas voraces antes que humillar su altiva cerviz al orgullo patricio, ahora camina gustoso a los anfi- teatros y 4 las hogueras, por no sufrir que el Dios del Calvario sea ultrajado por los abominables ritos y dog- mas de la idolatria. _;Ab! Yo no sé’ que haya un pueblo de tantas glorias religiosas en tiempos tan lejanos; cuando de Cérdoba salia el gran Osio para presidir el primer Concilio gene- ral que ha tenido la Cristiandad; cuando los Séveros, los: Braulios,, los Eladios ocupaban las Catedras episcopales; cuando los Fulgencios, los Leandros 6 Isidoros, como . | astros luminosos, instruian toda la Iglesia ; cuando los
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