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464 cia; el cantabro, despues de haber combatido como un leon con el coloso del mundo, ha dejado las llanuras, y se ha retirado 4 montafias donde no suba el corcel ni penetren las lanzas de la orgullosa sefora de las nacio- nes. 4Se atrevera 4 predicar 4 este pueblo indomable un’ ‘ disefpulo de la Cruz? 4Le oirén cuando les diga que con- denen al fuego su adorado Hércules, con los demas dioses nacionales y extranjeros, importados alla por el fenicio, por el cartaginés, por el druida, por cuantos pueblos amigos ha tenido? Si, y jgloria y prez sean al hijo del Trueno, que sin temor 4 los elementos, ni alas fieras, ni a la tirania , penetré por las incultas selvas de la Iberia, y llegs al seno de sus populosas ciudades, predicando el Evangelio de Jesucristo. ;Gloria y prez al glorioso Patron de Espaiia! Pero con- fesemos paladinamente una verdad. gVeis ese pueblo que entre todos los demds se distingue por la nobleza de sus sentimientos, la adhesion 4 sus antiguas tradiciones, la tenacidad de sus ideas, la firmeza de sus sabalicall la inviolabilidad de sus juramentos y la constancia en las adversidades? Pues estas grandes cualidades no son en él hijas de la moderna civilizacion; los iberos y canta- bros nos legaron ya estas propiedades hace diez y nueve siglos; mas tiempo hace que un gran capitan que con su espada se abrié camino al través de las Galias, y do- min6 el antiguo Albion y la Germania, al paso que en sus Comentarios se adquiria un nombre imperecedero, — escribia que los hijos de la Iberia eran entre todos los pue- blos los mas valientes, pero los mas supersticiosos y mas __ adictos 4 sus dogmas y ritos. Asi es que el Apéstol San- tiago, despues de haber sufrido trabajos indecibles en su peregrinacion por la Espafia, apénas pudo convertir en ella ocho hombres a la fé de Jesucristo. ; Tan hondas eran las raices de la idolatria! ; Tanta. era la fandtica oposicion ala luz del cielo! Ved, sefiores, al pobre discipulo de Je- : 4 4

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