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‘Iberia, sin que llegue @ percibir el suave aroma del nom- bre de su protectora? gQuién escucha las modulaciones de las avecillas que habitan bajo aquel cielo encantador, sin que le parezca oir entre los trinos‘de los melodiosos arpegios el nombre de Madre de los Desamparados? 4Quién ha oido jamas el nombre de Valencia, sin recor- dar al mismo tiempo que alli es el alcazar de la Madre de los hombres, que alli esté sentada en trono, cual Reina que protege 4 sus stibditos, cual maestra que los ensefia, cual Madre que los acaricia, cual abogada que los de- fiende, cual bienhechora Grats los ayuda, dandoles paz, consuelo, abundancia y prosperidad? Bendigamos al cielo, amados mios; alabemos la infi- nita bondad, que quiso darnos en el 6rden de la gracia una Madre qué pudiese proveer 4 nuestra orfandad y desamparo, herencia legitima que nos legé nuestra ma- dre segun la naturaleza. Adoremos aquel Dios clemente que al morir en la Cruz, desamparado de su Padre, de sus amigos y discipulos, no quiso que tuviésemos que beber nosotros el cliz amargo de la orfandad que FE! bebia; antes nos legé en su testamento todo el amor de Maria, para que fuese una prenda de la proteccion que Ella nos debia y de los auxilios que tenemos derecho 4 pedirla. Regocijese la humanidad al contemplar que, 4 pesar del infierno, y contra toda la furia de Lucifer, tiene una Ma- dre que lo proteja; alégrese de la caida que dié en la pri- mera revolucion por el orgullo de su primera madre, pues tan faustos fueron los resultados que obtuvo en ‘la grandeza, poder y amor de la segunda, que Dios la did desde el trono ignominioso en que vence al demonio y -ennoblece al hombre. Mulier, ecce filius tuus... ecce Ma- ter tua. j Ah sefiores! No descenderé de la sagrada catedra sin invitaros 4 ser reconocidos 4 la Reina del cielo, que tan carifiosa y liberal se muestra para con vosotros. Sois cier-

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