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primario de Maria, para no cqaieqearnna en nuestras pe- ticiones. La rehabilitacion que el hombre iba 4 lograr con esta adopcion no era de tal naturaleza que volviese al estado de la justicia original; la naturaleza quedaba en pié con todas sus dolencias, con los dolores, con las miserias y la muerte ; los montes y collados brotarian por todas par- tes rios de leche y de miel, como se explicaba Isaias al -contemplar la edad de oro que venia al mundo con el Cris- tianismo; mas el hombre no por eso dejaria de padecer hambre y desnudez; no por eso cesaria de regar la tierra con el sudor de su rostro para arrancar de su faz un poco de pan; la elevacion y asuncion humana 4 otro estado dichoso era de un 6rden sobrenatural; las lagrimas que enjugara Maria, la orfandad de que saldriamos siendo Ella nuestra Madre, eran las que derramaba el espiritu ~ ' humano cuando yacia, cual misero cautivo, bajo el duro dominio del pecado y de la ignorancia; era la soledad & que fueron reducidas nuestras almas con la privacion de la gracia santificante, que fué la inmediata consecuencia de la rebelion de Adan y de su caida. Asi el tierno y pa- tético titulo de Madre de los Desamparados con que hoy la celebramos, nos recuerda dos grandes acontecimientos: el infausto de nuestra caida y degradacion por la apos- tasia de Adan, y el venturoso de nuestra regeneracjon, de nuestra adopcion en Jesus y en Maria. Sin embargo, amados mios, diré una verdad para consuelo de los mortales: aunque por medio de la Reden- cion no devolvié Dios al hombre la justicia original, ami- noré los trabajos de esta vida por medio de la gracia que nos da para que nos resignemos y los sobrellevemos con la esperanza del galardon eterno. Y no sélo los aminor6, sino que puso en planta un medio eficaz para eliminarlos algunas veces del mundo, dando 4 éste una Madre que se interesa principalmente en la eterna felicidad de sus
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