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mas palabras que pronuncié en pré de los mortales nee de el madero de la Cruz. jAh! gQuién podra mirar con ojos enjutos esta escena de amor y de benevolencia? gQuién contempla la transi- . -cion que hicimos enténces de la orfandad 4 la adopcion, del desamparo 4 la proteccion, sin sentir dar latidos de jubilo y de agradecimiento 4 su corazon? Eramos hijos de lagrimas, y nos hicimos hijos de gozo; éramos escla- vos de la culpa, y se nos dié la libertad de la gracia ; es- tabamos tirados por el suelo como cosa vil y desprecia- ble, como un objeto perdido y degradado, y una mano -compasiva nos levanté y nos recogié en su amoroso seno. Lo diré con el sublime Agustin: «La madre de nuestro linaje atrajo las penas al mundo, y la Madre de Jesus dié la salud y la dicha a los hombres. Eva es la autora del pecado, Maria lo es del mérito; Evanos did la muerte, Maria nos did la vida; aquélla nos trasmitié la perfidia, Esta nos legé la f6; aquélla nos hirid, y Esta nos curé las heridas.» No es posible decir mas en tan cortas sen- _ tencias; la grandeza de este beneficio es infinita, y al -contemplarla el Doctor citado, se arroba, se extasia, y como fuera de si, mirando4 la autora de tanto bien y a sus favorecidos, dice estas palabras: «Tome en sus manos Maria la arpa divina, y formen sus dedos celestia- les mil sonidos melodiosos , entonando himnos al Seiior; rodéenla los coros alegres y festivos , y alternando con Ella las dulces y sonoras estrofas, canten con la divina poetisa: «Mi alma engrandece al Sefior, y mi. espiritu »se alegra en Dios mi Salvador...; porque hizo en mi co- ' »sas grandes y maravillosas el Omnipotente.» Hé aqui, amados mios, la segunda revolucion del es- piritu humano operada por Jesus y Maria, revolucion in- finitamente mas benéfica y gloriosa, cuanto la primera fuera daiiosa y vil; desde el momento en que Jesus dirige 4 su Madre sus miradas por la ultima vez, y la hace Ma+
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