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+ i a “a 5 " WER cy ° 4 Dios en todo. Tenjamos una madre, mas esta madre se convirtié en azote de sus hijos, asintiendo 4 las suges— tiones del enemigo comun, que tendian 4 nuestra des- truccion: teniamos en Jatierra un rico patrimonio en el arbol de la vida, una deliciosa morada en el Eden; tenia- mos ademas un régio alcazar en la mansion de la gloria, y de un solo golpe es cerrado el cielo; queda entredicho el paraiso , desaparece de la vista humana el Arbol con- servador de la vida, y la descendencia humana queda sin ' padre, sin madre, sin patrimonio, sin felicidad en la tierra, y, lo que peor es todavia, sin derecho para entrar en el cielo. gLo diré otra vez? Nos quedaramos huérfanos y desamparados para siempre, si Dios no hubiese proveido. a nuestra desdicha el mas eficaz remedio. En efecto, amados mios: subamos hasta la cuna de la humanidad ; lleguémonos al teatro de la triste escena en que nuestros primeros padres oian temblando la voz de Dios bajo la majestuosa sombra del Eden; esta voz es un trueno aterrador que no lleva al corazon de aquellos vi-— -vientes otro eco que el del espanto; destierro, trabajos, dolencias, muerte, son la retribucion de su loca teme- — “ridad; mas al trayés de estas palabras amenazadoras se deja apercibir una prediccion misteriosa, efecto esponta- neo de la bondad del Criador, quien asegura 4 la huma- _ nidad que una hija de Eva saldria 4 luz en los tiempos — venideros 4 cumplir en el mundo una mision, la mision de piedad y de amor; abrir su seno al Verbo eterno para que tomase de Ella la naturaleza humana, poniendo desde enténces una enemistad eterna entre esta semilla y la del pecado; salir al encuentro 4 la serpiente antigua, y alzar sobre su erguida cabeza un pié ligero y esforzado ‘para estrellarla, eran los primeros pasos de esta noble _criatura: era Maria. — : poco en sus hijos, fijé locamente sus miradas en su pro- a pia excelencia, y con espantoso orgullo quiso asemejarse _ icetel

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