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de sus mayores, y os dirén que es una vida de penas que se resuelve en un suefio eterno. En una palabra: es esta una vida de abyeccion, que casi no tiene mas que la ani- malidad en ejercicio para muchos; es una vida de igno- minia, que va sobrecargada de un yugo férreo ¢ irracional para otros; es una vida de zozobras y de sinsabores para todos. Despues que Adan y Eva pecaron, no pudieron le- garnos otro patrimonio que éste; y si quisiésemos amar- los por lo que han hecho para sus hijos, no sabriamos definir qué clase de amor podriamos profesarles. Hacien- do buen uso de nuestro raciocinio, les tendriamos aquel amor compasivo que engendra en nuestro corazon la vista de un desgraciado; y sélo podra tener nuestra alma alguna afeccion hacia ellos despues que hemos oido cantar 4 la Iglesia y decir que la culpa primera ha sido causa de la yenida de un Salvador divino. O felix cul- pa, que talem meruit habere Redemptorem! j;Ah! ; Cuanto hicieran aquellos dos nombres para per- der 4 sus hijos! ; De cuantos males no han sido causa, el uno por su malicia, la otra por su volubilidad! Cuando fijamos la vista en esos séres infelices que entre los pueblos civilizados viven arrastrando pesadas cadenas de hierro, teniendo junto 4 si un implacable vigilante con mano armada; cuando llevamos nuestra atencion 4 esos ‘homicidios alevosos, 4 esos crimenes horrendos 4 cuya consecuencia tiene que tefiirse en sangre la espada de la justicia , sin poder borrar la infamia del asesino, ni ami- * norar la tragica suerte, ni la viudez, ni la orfandad, ni la miseria y pobreza en que unos y otros han caido; cuando da uno una ojeada 4 esos depdsitos de la miseria del hombre, 4 esos hospitales en que la naturaleza expia sus extravios, 6 en cuyos lechos.yacen mil lazaros ulce- rados de piés & cabeza; cuando vemos resonar los golpes del latigo sobre la espalda humana, no puede uno ménos de exclamar : ; Desgraciado hombre, ti sdlo, entre todos

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