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dad.» Hé aqui nuestro asunto. Imploremos la gracia; acu- damos al trono de piedad arrojaindonos 4 las plantas de esa Madre que sélo desea que nos acerquemos, para der- ramar sobre nosotros copiosas bendiciones y abundantes gracias. Saludémosla llenos de jubilo y de amor, acla- — 4 mandola con el Angel lena de gracia, y bendita entre todas las mujeres. Ave Maria. Si el amor ha de tener por fundamento y origen los favores, Adan y Eva no tienen derecho 4 ser amados de sus hijos, porque, no sdlo no han dispensado al género humano un solo beneficio en é6rden 4 su felicidad, sino que lo despojaron de los que debia obtener por derecho hereditario. Es verdad que les debemos la vida como & causas segundas, pues de ellos, como de una raiz, ha sa— lido el gran arbol de la humanidad; mas gqué clase de _vida debemos 4 estos primeros séres racionales? Una vida de miserias y de llanto; una vida que no es mas que un tejido de dolor. La vida cual la hemos recibido de Adan y _ Eva despues de su caida, es una muerte paliada. Para sefialar con el dedo la clase de vida de que somos deudo- res 4 estos dos patriarcas , no fijeis la vista en el hombre civilizado del siglo x1x; pues su dicha, si alguna tiene en este mundo, la ha labrado mediante la ilustracion que el Evangelio ha difundido en la tierra: tomad el prototipo en donde realmente existe, en Jos salvajes que no han saludado el horizonte de la luz que irradié al mundo cuando se canté en Belen «Gloria & Dios en las alturas; id en seguida 4 las sociedades que viven sin conocer la ley del amor, sino la de la fuerza brutal; preguntad des- pues 4 los mismos hombres que han llegado al apogeo de la ilustracion, cudl es la especie de vida que han recibido- = deramente tierna y carifiosa, que lo conduzca 4 su felici- ia

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