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RR ee RR contiene las iras de los hombres mas fieros; Dios, que su voz apacigua los mds desencadenados vientos; Dios, que sostiene en su dedo la inmensa maquina del mundo, puso una valla al hombre destructor; no le permitié al fuego que se cebase en su morada, y la alzé por los aires como ligera pluma, y la colocdé en el centro del Catoli- cismo, para que pudiesen atin los hombres entrar en ella, y decir extasiados con santo gozo: «Hemos adorado en el mismo lugar donde han estado las huellas de Dios.» Ado- ravimus in loco, ubi steterunt pedes ejus. Este es un hecho innegable: de tantas grandezas como habia en el Oriente, nada se salvé de la mano del barbaro ~ mas que la casa de Maria, situada en Nazareth; los ele- mentos y el tiempo, que todo lo trastornan, sdlo han de- jado ilesa esta pobre morada. ¢Y puede esto suceder sin un milagro? No hago esta pregunta al catdlico; me dirijo — al incrédulo, que sdlo sabe atacar con la risa y el sdreas- mo las maravillas que acompafian 4 la verdad. Cuando una débil morada resiste 4 la fuerza aniquiladora de diez y nueve siglos, algo ha pasado en ella que arrebata la atencion de la Providencia; y esto es tanto mas notable, cuanto mas visibles son los medios de destruccion que han convertido en polvo los mas arraigados edificios, y debieran haber aniquilado aquélla; si, en el oscuro 4m- bito de aquella casa se ha debido realizar la obra mas por- tentosa, y asi es. La Sabiduria eterna dejé oir sus ecos, que confirmaban en todo su complemento la profecia del paraiso, y fué en esta habitacion donde se dijo 4 Maria que concebiria un hijo que seria grande, é Hijo del Alti- simo, sucesor de David y Rey inmortal de los siglos. jSantuario divino, donde el Verbo se hizo carne y habito entre nosotros ! ; Trono de gloria, 4 donde bajé el Eterno acompanhando 4 su Unigénito! jSagrario celestial que _ sirvié de alcazar de amor al Espiritu Santo! Dos palabras dijo aqui Maria; una para abogar en favor de su virgini- Te hea i cb ea ed bs

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