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430 sus edificios gigantescos ; tambien se alzaba enténces hasta las nubes la ciudad de los siete collados , en que Au- gusto habia exterminado el ladrillo de barro por reempla- zarlocon marmoles y jaspes; entdnces Atenas y Corinto, . enténces Palmira y Damasco, en que hombres ilustres habian eternizado su memoria, fabricando templos de ala- bastro, palacios formidables que desafiaban’4 los elemen- tos por su solidez, y 4las mismas nubes por su elevacion: no conteis 4 Nazareth entre tan suntuosas ciudades, pues respecto de ellas es una aldea, habitacion de hom- bres rtisticos; tampoco pongais la casa de Maria en pa- rangon con las de sus conciudadanos, porque no consta sino de cuatro paredes, débiles y bajas, que apénas pue- den servir mas que para formar una choza campestre. Hoy dia nada de esto existe: ruinas que sirven de guarida 4 los bandoleros, torreones caidos donde se anida el cdrabo para aterrar al viajero nocturno con sus ayes y graznidos ; arbustos nacidos entre los escombros hacina- dos; arenales donde el viento ejerce tanto dominio como ~ sobre las aguas del Océano’: hé aqui en qué han parado los palacios de Palmira y los alcdzares de Alejandria; si Roma tiene atin en pié las ruinas de su Circo y su Capi- tolio, dé gracias al Cristianismo, cuya mano no ha des- truido jamas las artes ni los monumentos, antes ha puesto un estribo 4 éstos cuando amenazaban ruina, y ha enno- blecido aquéllas, limpiandolos del herrumbre de la supers- ticion. Por lo demas, sefiores, apénas hay ya unos débi- les restos del antiguo esplendor y munificencia colosal de Grecia, ni de la monstruosa riqueza de Roma, ni de la ilustre Cartago. ;Ah! ;Ominoso alfanje del islamita, bar- bara lanza del hijo del aquilon, implacable tea del arabe abrasador! ;Crueles! Vosotros no respetasteis aquellas almenas y muros de marmol en que descansaban estatuas colosales que inmortalizaban el genio de los hombres; no supisteis tener vuestra hacha en el aire; vuéestra hacha, i alta