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Seguramente que no hay un solo dogma del Cristia- nismo que no haya sido atacado por la orgullosa razon del hereje; pero tampoco faltaron jamas las acciones mi- lagrosas en confirmacion de la verdad. Al paso que de la pluma del Doctor cristiano salian raudales de dialéctica — divina, el cielo enviaba el rocio fecundo de su gracia, os- tentando la omnipotencia que acompafia 4 la verdad,que la defiende de las embestidas del error. Prueba de ello, aunque negativa, es aquella emulacion maligna que te- nian siempre los sectarios del error para poder obrar por- tentos, y con ellos engaiiar al vulgo; prueba de ello aque- 4 llas intentonas que inventaéran mas de una vez de fingir la resurreccion de un muerto que simulaba, 6 de dar la vista 4 un ciego fingido, como lo han hecho los hombres perversos en diferentes épocas; querian cimentar el error en las mismas bases de la verdad, y esto es imposible, como los encantadores de la cérte de Faraon podian re- medar los prodigios del enviado de Dios, mas al fin, como observa Tertuliano, la verdad de Moisés devorara siempre la mentira de los magos. Ahora bien, sefiores: pensad cual sera el nani mas atacado por la barbarie del paganismo y por la pervica- ~ cia de la razon; gsera acaso el de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristia, el de su resurreccion, el de su ascension, el de la virginidad de su Madre 6 el de la infalibilidad de su Iglesia? Seguramente no; ha habido herejias parciales, cuya tendencia 4 primera vista no parecia destruir el cimiento de la Religion, dejando, al parecer, intacta la persona del Verbo y su encarnacion en el seno virginal de Maria; hubo quien le negé algunos atributos esenciales, hasta convertirlo en criatura; asi procedia Arrio; del mismo modo otros fanaticos argu- mentaban 4 su modo y sacaban consecuencias sofisticas contra unos ti otros dogmas, que decian no ser fundamen- tales , modificando 4 su arbitrio las creencias; entre tanto, ba aia
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