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se arruinan, los peiiascos se abren, los pedernales brotan agua, y la naturaleza tiembla; en otra... jah! gquién es capaz de enumerar los prodigios de la era herdica del Cris- tianismo? Enténces hacian milagros los Pontifices, los hacian los sacerdotes, los hacian los ancianos, los hacian las virgenes, y hasta los nifios tomaban en su mano de- licada la vara del poder divino, y la manejaban con tan- ta destreza como lo hiciera Moisés en presencia de los egipcios. Y es preciso confesar que los milagros eran necesa- rios en aquella época, bajo dos conceptos; la verdad se habia manifestado tan esplendorosa como el astro del dia, y los hombres no querian verla; asi, no siguiendo éstos las inspiraciones amorosas de Ja Sabiduria eterna, que se nos comunicé por medio del Verbo Divino, Dios eché mano de su omnipotencia, obrando prodigios en favor de los creyentes, adoptando este medio extraordinario, 4 fin de confundir la vana y altiva ciencia humana; ademas, era indispensable fortificar la f6 de los hombres convertidos, | presentandoles los resultados de sus creencias y el cum- plimiento de las profecias del Salvador, quien al despe- dirse de sus discipulos, les dijo estas palabras: «Estas se- fiales seguiran 4 los que crean en mf; lanzaran los demo- nios en mi nombre, hablardn nuevas lenguas, quitaran serpientes, y si bebieren alguna cosa venenosa, no les danara; pondran las manos sobre los enfermos, y se cu- raran.»» Y este era un medio ordinario; porque, como ob- serva sabiamente San Gregorio, para que creciese el nui- mero de los fieles y se consolidasen éstos en la fé, nece- sitaban la instruccion de la palabra y la de los milagros, los cuales cesarian de ser cotidianos tan pronto como la Religion echase hondas raices en el corazon de los hom- bres; no de otro modo que el instruido agricultor planta el arbusto, le riega y lo abona hasta que se arraiga en la tierra. a), Re ee ae enter ME Ghee Sh 3 LP

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