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vacion de la humilde morada de Maria, en cuyo sagrado _recinto Dios se humané para descubrir su gloria y vivir entre nosotros. Voy, pues, 4 demostrar, ayudado de la gracia divina, que los milagros son un monumento irrefragable de. la verdadera Religion, suministrandome las mas convincen- tes pruebas el prodigio estupendo y perenne de la con- servacion del pobre hogar en que el Hijo de Dios vivid. con su Madre Maria. Saludemos antes 4 esta Reina ama- bilisima, repitiendo las palabras con que el angel la ha- bl6 en su propia casa. Dios te salve lena de gracia, etc. Es el hombre de tal naturaleza, que con la mayor facili- dad echa en olvido las cosas mas importantes, y se acos- tumbra 4 las mds dificiles, habituandose hasta con las mds portentosas, sin advertir siquiera ni la causa de las ma- ravillas, ni el objeto 4 que tienden. En cada momento que vivimos, y en cada paso que damos, somos frios testigos de las cosas mas portentosas, y no las advertimos: se levanta el hombre de su lecho al despuntar la alborada, y no considera ni aquellas operaciones misteriosas de’ su alma encerrada miéntras dura el reposo en su cuerpo sin movimiento, nirepara en el modo admirable cémo se ha iluminado un mundo que dejé cubierto de negro man- to. Dirige sus pasos por todas partes, y no se mueve sino entre cosas maravillosas; el aire que respira es un tejido prodigioso de atomos; el viento un fluido incoloro, cuya naturaleza y origen no se comprenden; alza su vista al cielo, y no. encuentra mas que prodigios; la baja 4 la tierra, y toda esta matizada de prodigios; de una semilla — diminuta, y sin ‘mas auxilio que la humedad y el calor, — germina un tallo, y se hace arbusto, y crece hasta ser arbol gigantesco, multiplicandose un imperceptible grano - .

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