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salto de alegria, el alma se siente bafiada de unrio de delicias, la sonrisa viene irremediablemente & nuestros labios, porque reconocemos al instante a nuestra Madre, que nos ha engendrado, que nos ha dado la leche de la doctripa, que nos ha acariciado y nos ha hecho conocer a su Hijo, que es 4 la vez nuestro Hermano y nuestro Padre, y no podemos ménos de exclamar con San Buena- ventura : «jBendito sea nuestro hermano Jesus, por quien Maria es nuestra Madre! ;Bendita sea nuestra Madre Maria, por quien Jesus es nuestro Hermano! ae Specu- — lum, cap. vit.) =e aY sabeis , mis amados hermanos, por qué se regocija tanto nuestra alma al fijar nuestra vista en la Madre de. la misericordia? Porque, como afirma San Bernardo, al contemplar las primeras bellezas , damos el placeme é la- Virgen ; mas al examinar la de la maternidad espiritual, nos lo damos & nosotros. «Pone en silencio, dice el Santo, joh Virgen bienaventurada! tus wikariabidias aquel que, invocandote en sus necesidades, no ha sentido tu proteccion. Nosotros, siervos tuyos en las demas vir- ‘tudes, nos congratulamos contigo; pero en ésta nos da mos 4 nosotros mismos el parabien, porque alabamos la ' virginidad y nos extasia tu humildad ; mas la misericor- dia tiene un sabor mucho mds dulce para los miserables. razamos con mas amor la misericordia, la recordamos" ; mas veces, la invocamos mas 4 menudo, porque ésta es. la que obtuvo la reparacion del mundo y aleanz6 la salud para todos.» (Homil. IV sup. Missus est.) Estas son las ideas que tenemos sobre la Virgen, y las impresiones que Ella misma ha formado con su ter- nura en nuestros corazones. Y no se diga que esto es un bello ideal que nos formamos, sino la realidad de las co- sas, que hemos vistoy palpado. ; Qué suave, qué benigna, qué amable, qué tierna y compasiva se deja ver esta Vir- gen en los dias de su conversacion entre los mortales! = x ' ss, uM *

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