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generacion espiritual, la madre es Maria, Marfa, en quien nunca hallaremos sino entrailas de madre, amor de madre, carifio de madre yoficios de madre. En el reino de Dios estan repartidas las prerogativas de la dignidad real: «Dios , dice un santo escritor, nos did 4 su Hijo para que fuese Padre y Rey de justicia; pero para moderar y sos— tener los rigores de esta misma justicia, nos ‘did una Madre de piedad y Reina de misericordia, sucediendo muchas veces que la Madre de la piedad salve & quien debiera condenar el Rey de justicia.» (Ricard. é S. Lau- rent., lib. mt De Laud. Virg.) «La Madre de Dios, afirma ‘Santo Tomas, obtuvo para si la mitad del reino de Dios, 4 fin de que’sea Ella Reina de misericordia miéntras que su Hijo es Rey de justicia.» (Prefat. in Zpist. canon.) Y, en efecto, mis amados hermanos: jqué es Maria para cada uno de nosotros? ,Qué ideas tenemos acerca de Ella? Qué impresiones hallamos en nuestro corazon? «jOh Sefiora! dice San Bernardo: cuando te miro, yo no ‘veo en Ti sino misericordia, porque has sido hecha Madre de Dios por nosotros : Tu engendraste la misericordia, y 4 Ti se te ha dado el oficio de repartirla; estas circunva- lada de la misericordia; por todas partes te veo cuidando ‘de los desgraciados, y no parece sino que tu tinico pen= _ samiento es tener piedad de los miserables.» (Zn Sale Reg.) _ En realidad, cuando uno se pone & contemplar las gran— _ dezas de la Virgen, por poco que se interne en ese océano de maravillas, se queda extatico al ver tanta belleza: hay en Ella una belleza de humildad que enamora 4 Dios y lo saca fuera de si; hay una belleza de pureza tan admi-. rable, que atrae 4 su desposorio al Espiritu Santo: todo esto eleva nuestras pupilas al cielo, y las tiene inmdvi- les, extaticas , arrobadas, absortas y sin atreverse 4 diri- girlas 4 otra parte. Pero al contemplar la belleza de su’ maternidad espiritual, enténces advierte uno dentro de si un movimiento de gozo indefinible; el corazon da un