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ot - yesiste 4 encantos tan poderosos , porque nuestro corazon se va naturalmente tras lo que lo hace bienaventurado: asi vemos que no hay diferencia entre el pobre pastor y el gran potentado, y el venerable sacerdote y la noble profetisa. Todos vienen 4 buscar 4 este nifo, y 4 todos se lo'da su madre, haciendo con slo esto que se crean ya bienaventurados. {Qué les vale los magos del Oriente toda ‘st ciencia, cuando han llegado a besar la mano de _ aquel nifo que su madre les da para que lo adoren? gEn qué cifra todo su sér y toda su dicha el anciano Simeon, despues de haber puesto la Virgen su nifo en los brazos del hombre justo? A qué se reducen todas las palabras de la venerable Ana, despues que ha conseguido ver al hijo de la Virgen? ; Ah! Por mucho que quieran decir los sabios, por. sublimes que sean los acentos del justo, y por extensas que sean las alabanzas de la viuda, todos _ dicen lo mismo que los zagales, que aman, que quieren, que adoran 4 ese nifio, y que es bendita entre todas las mujeres esa Virgen tan cans y tan amable que les ha dado ese tesoro. Admirable es, 4 la verdad, y Savas takote esta econo- mia del Seiior para salvar al hombre. Preséntase su Hijoen el mundo para atraer 4 si 4 los hombres, revestido desu misma forma, sin rayos de divinidad, y sin ningun dis— * tintivo de grandeza. 4Quién dird 4 los hombres que esé -nifio es Dios? Su Madre: ese Dios esté oscurecido bajo el velo tosco de la naturaleza humana; pero su Madre es el sol que derrama rayos sobre los entendimientos y los ilu- mina, pues por eso, como dice el Doctor Angélico, es ase mejada al sol y 4 la luna (/Opiiscul. 8). Si al salir Jesu~ erjsto al mundo no viene con Kl su Madre, el mundo se hubiera quedado tan en tinieblas como antes. Si quitais de este mundo material al sol, dice San Bernardo , 4dén- de estara el dia? Pues si quitais del cuadro de la repara~ cion del hombre 4 Marfa, no queda sitio oscuridad, tinie- Pie ce at

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