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el mas insignificante oficio de piedad, ni Dios se lo per- mitia en sus divinos consejos. Sabe Maria que su Hijo, cruelmente amarrado 4 una columna, ha sido azotado como un esclavo vil; mas Ella no ha podido contar los latigazos. Sabe que la soldadesca lo ha llevado al preto- rio, y lo ha coronado de espinas, y no ha podido contar los agujeros de ellas; lo ha visto caer con la Cruz, y no ha podido contar sus verdugones y cardenales ; ha visto al Hijo cubierto de heridas , horadados los piés y manos, y no le ha sido posible aplicar a tanta llaga ni Ja punta de sus dedos; le ha oido quejarse de horrible sed, y no ha podido registrar su lengua denegrida con la sangre y el polvo. ;Ah! Creeis que en medio de los dolores de Maria no hubiera sido para Ella un verdadero consuelo el que su Hijo hubiese e§pirado en sus manos? gNo se hu- biera bafiado su alma en un raudal de placer’si Ella hu- biese sido el altar donde se inmolaba la victima? jQué! El amor de dos almas atribuladas, gno se consuela con participarse las penas, y hacerlas llevaderas haciéndolas comunes? Pues bien, seliores ; este alivio, que no se con _cedié 4 Maria cuando lo deseaba, Io tiene; pero lo obtiene en momentos tan criticos, que sélo la sirve de martirio nuevo. _ , f ‘No bien ha legado a sus brazos el cuerpo inanimado del Hijo, cuando se estrecha con él, como la tierna ma- dre con su niiio adorado y nico; despues de mil y mil ésculos que imprime en su rostro, en su pecho, en sus brazos; despues de bafiarlo todo con un torrente de lagri- mas, retira sus labios, abre sus hermosos ojos, se de- tiene, lo mira, jay! y advierte que no ha besado ni ma- nos, ni pecho, ni ojos, ni labios, ni méjillas , ni brazos; édoénde, pues, ha fijado Maria sus labios? En una llaga horrenda que cubre a su Hijo de piés 4 cabeza. El placer de tenerlo en sus brazos casi la habia hecho olvidar que su Hijo habia padecido tanto tormento y muerto con tan u

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