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~ = £9 “a Hijo que en tan desventurada posicion no dirige & su Madre mas que una palabra, la de su despedida. Conchi- yese la sangrienta escena, no se oyen ya insultos, ni ruido de azotes, ni estruendo de martillos , ni alborozo de pueblo, ni dicterios de verdugos, ni sarcdsticas risas de. pontifices, porque Jesus ha muerto, y no habiendo objeto de odio, el lenguaje del odio y de la ira tenian que cesar. Jerusalen se ha encerrado dentro de sus muros, el pue- blo se ha calmado, los sayones han desaparecido, el tea- tro ha quedado solo, para poder percibir el acento amoroso de dos objetos que despues de una separacion horrible han venido 4 unirse, @ abrazarse y 4 contemplarse. Pero, sefiores, jqué dolor! Desde el momento en que la Madre se ha reunido con el Hijo en la calle de la Amar- . gura hasta aquel en que espira, média entre los dos una separacion inmensa, que no da lugar 4 otro lenguaje que el del corazon ; intrépida como una heroina, se ha abierto lugar al través del fiero populacho, y al encontrarse con su Hijo, lo contempla en el mas degradante estado; coro- nado de espinas, con una maroma al cuello, con una pesada cruz en los hombros, mesada su bella cabellera, ennegrecidas sus mejillas, hundidos los ojos, lividos los labios , cardeno su rostro, y ni el Hijo despliega sus la- bios, ni la Madre pronuncia una sola palabra; lo sigue, ‘cae con la cruz, es levantado con feroz impulso; llega al Calvario, es desnudado afrentosamente, barrenado con erueldad , elevado en la cruz con horrible aparato, y ni en tan lamentables escenas se hablan la Madre y el Hijo; ‘por fin, Este empieza a dejar oir su voz casi apagada; habla 4 su Padre por tres veces, al Buen Ladron una, al discipulo amado otra; va 4 espirar, y sdlo en aquel sobe- rano lance dice 4su tierna Madre una palabra triste, fugaz y aterradora: «jA Dios, Madre mia; me muero! Mujer, mira 4 Juan; ese es tu hijo.» Mulier ecce filius tuus. Y esta ultima alocucion del amor queda sin respuesta. : ‘ 7 . .