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417 tas, y donde apénas se vera mas que el espectro de la muerte? ;Ah! Tienen alla el cadaver de su Maestro; quieren ungirlo con aromas y conducirlo al sepulcro; mas nadie se atreve 4 tomarlo del féretro donde se halla ; nadie osa pedirselo4 la angustiada Madre, que, en medio de sus dolo- res, se consuela con imprimir en El sus dsculos santos. A cuantas stiplicas afladan los caritativos discipu los, Maria no puede contestar mas palabras que estas: «De- jadme sola; lloraré amargamente; no os empeiieis en darme consuelo alguno.» Recedite a me; amare flebo; nolite incumbere ut consolemini me. Hé aqui, sefiores, la triste escena que hoy veneramos en este sagrado recinto, llamados 4 61 por la tierna devo- - . cion deunaalma religiosa , cuya mayor gloria esta cifrada en honrar 4 esa divina imagen de Maria con su Hijo en su regazo.Si los himnos sagrados han causado en vos— otros sensaciones de jubilo santo, cesen por un momento, para tomar parte en las angustias de Maria. Ella ha tenido fuerza para sostener sobre si al que — Sostiene en su dedo todo el orbe; ella lo mira y examina en la humanidad exanime; pronto lo llevara ella misma 4 la sagrada tumba. Pero antes examinemos lo que pasa en el corazon de la Madre, contemplandola en el- dolor de sus dolores. jDulcisima Maria! Sientre tanto dolor puede tener lugar algun consuelo, permitid 4 vuestros hijos que, arrodi- llados & tus sagradas plantas, te recuerden aquel momento augusto en que el Angel te salud6 llena de gracia. Ave Maria. 3 ae En la gran tragedia del Hombre-Dios no se ven sino escenas tristes, horribles y dolorosas: ora se representan en patios de marmol, ora en dorados salones, ora en las calles y plazas ptblicas, ora en tribunales y caminos,

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