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i 7 ak cri atura desventurada se hallan arrodillados algunos com- paiieros de su infortunio, cuyas anudadas lenguas no pue- den articular ni una sola silaba que no sea un jay! ater- rador ; al frente, & los lados y en derredor, yacen tirados entre aridas brefias ignominiosos trofeos de una venganza cruel de que ha sido victima el Hijo mas digno que ha nacido de mujer; no se oye otro lenguaje que el de la amargura , ni otra voz que la de la Madre desolada. Oiga- mosla: «Dejadme, dice, dejadme sola; lloraré amarga- mente; no os empeficis en darme consuelo.» Recedite a me; amare flebo; nolite incumbere ut consolemini me. 4Diré quién es esta mujer desgraciada? ,Quién es su hijo? 4 Quién se lo ha arrebatado? ,Quién la ha dejado en ' tan amarga soledad? Seria decir poco, si no hiciese mas que nombrar el cadalso donde ha muerto, los verdugos que lo han crucificado, los soldados quelo han escarne- cido, el pueblo que lo ha atraillado, los émulos que lo han anatematizado en su furiosa envidia. No es este el momento en que Maria llora, ni el en que se ha cerrado toda puerta al consuelo; hay otro de extremo dolor, que podemos llamar dolor de los dolores, Ha muertoJesus, y Maria su madre esta en pié junto 4 la Cruz; ha sido des- enclavado del madero ignominioso para ser trasladado al sepulcro’*, y enténces empieza la pasion de la Madre, -euando ya no existia la del hijo. Ved, sefiores, qué cuadro es este tan aterrador. Ya sobre las altas colinas del ocaso apénas se ven los reflejos del astro del dia que se ha ausen- tado; ya el negro manto de la noche se empieza 4 desar- rollar de Oriente 4 Poniente, y entre tristes nubarrones apénas asoma su blanca cabellera de luz el planeta de la noche. Cuatro 6 seis hombres, y otras tantas mujeres, estan detenidos en la cima del Gélgota, y es su posicion lan extatica , que parece estén enajenados de los sentidos: aqué hacen en este lugar, donde sdlo se detienen los ver- _dugos, donde no hay otro atractivo que aridas osamen=

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