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los rayos hace ocho, nueve, y Aun diez siglos; cuando he alzado mis miradas en aquellas naves que se pierden de vista por su desmedida altura; cuando he observado lo atrevido de aquellas torres que elevan sus flechas & los cielos; cuando he visto esto, no he podido ménos de doblar mi rodilla,y decir & los siglos pasados: jGloriay prez sea & vosotros, tiempos venerandos de piedad y de fé; gloria y prez inmortal, que en vano un siglo mezqui- no querra despojar 4 vuestras nobles frentes del lauro de la gloria; que cuando nadie os defienda, os defenderan esas mudas piedras, que con paciencia y maestria cince- labais para ofrecerlas al Sefior y oo apa un monumento religioso! Entre tanto, amados mios, nosotros somos los here- deros de la fé a nuestros mayores, somos sbdlidarios de sus hazafias |y de sus glorias, y nos consta, por los bla- sones é historia de cada una de las familieg que siem= pre se preciaron nuestros ascendientes de ser religiosos, siempre consagraron 4 Dios lo mas precioso qué poseian; para Dios eran los estandartes tomados al enemigo; para Dios los despojos de las batallas; para Dios los tesoros y minas; para Dios, por fin, todo cuanto poseian. En su fé, creian que nada valia lo que tenian si no consagra= ban al culto una parte principal; asi lo creian, y asi abundaban sus caudales; asi eran felices, y asi se cons truyeron esos monumentos modernos, que desde las lla= nuras del Anahuac, y desde las vértices del Chimborazo, estan disputando al viejo mundo sus glorias artistico- religiosas. 4Qué concluiremos en presencia de estos hechos? Di- remos que Dios tiene mucha dignacion para con el hom=— bre, y éste gran dignidad para con Dios; diremos que Dios lleva todas las cosas con fuerza y suavidad hasta su ultimo complemento; diremos que queriendo Dios mani- festar al mundo la gloria de su omnipotencia y de su é

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