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vados. Amigos infieles, prosélitos cobardes , discipulo traidor , enemigos encarnizados , sacerdotes inicuos , sa— yones inhumanos, soldados ferinos, verdugos atroces y jueces injustos, todos contribuyen 4 sacrificar al Cor- dero sin mancha, que va 4 presentar batalla al formida- ble ménstruo que dominara al mundo desde la caida del primer hombre. Llegé su hora, hora de espanto y de tinieblas, hora de confusion y de terror. Hee est hora... et potestas, etc. j Ay! Los anales de la fanticad no presentan una causa principiada con mas ilegalidad ni sustanciada con tanta precipitacion , ni ejecutada con instrumentos mas crue- les. No hubo dia mas infausto que aquel en que los hom- bres presentaron 4 Dios al tribunal de las pasiones ; no hubo momento de mayor algazara para el infierno que aquel en que Jesus, objeto de sus pesquisiciones , por treinta aflos siempre temido de Satanas, siempre ace- chado y jams conocido, se entregé en sus manos para que se encrueleciese con él mas que lo hiciera en otro tiempo con Job: Potestas tenebrarum. Desde este punto se da la sefial del combate , combate ultimo y decisivo en- tre Dios y el demonio, entre la gracia y la culpa, entre la_ inocencia y el crimen, entre la mansedumbre y la fero- cidad. No nos admiremos, pues, que las pasiones huma- nas trasporten tumultuosamente a Jesus del huerto al Concilio, del Concilio al pretorio, del pretorio al Calva- rio. No nos admiremos de ver al Cordero inocente despe- dazado sin abrir los labios, acusado con testimonios fal- sos, condenado sin tener crimenes y muerto con la ma- yor inhumanidad. No, nada de esto nos admire, porque, ’ al ser encadenada la bestia del abismo, debia hacer los mas formidables esfuerzos; al ser destruido su imperio, era necesario que pusiese en accion todas sus fuerzas para que aniquilada quedase bajo ja fuerza del Omnipo— tente.

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