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80. tos, las fieras, los hombres mismos son mis enemigos; _ Ja tierra no me da mas que espinas, el fuego devora mis mieses, el cielo fulmina rayos, el agua sumerge mis na- ves y destruye mis haciendas; necesito de victimas para aplacar al cielo irritado. 4 Y qué valen los corderos y be- cerros? 4Qué los toros y las aves? Si éstos son inferiores a mi en su naturaleza ; si son unos séres estupidos, inca- ‘paces de mérito; si yo los domino con mi razon , aunque tengan fuerzas fisicas mil veces mayores que las mias, acémo es posible que el cielo se aplaque con o mejantes. sacrificios? Hé aqui, sefiores, lo que resp toda la - humanidad ilustrada con los destellos de la revelacion primitiva; pero esta misma humanidad , embrutecida en los excesos de las pasiones y olvidada de las antiguas tradiciones, objeto de mil vértigos intelectuales , os res ponderaé muy pie que, necesitando de victimas pre- ciosas para aplacar al cielo, ha escogido aquellas de ma- yor valia , ha tomado en sus manos hombres sobre quie~ nes creia en su error tener algun derecho, ha levantado sobre su cuello el cuchillo sacerdotal , los ha inmolado en los altares para apagar el fuego de la célera de los nime- nes irritados. Hé aqui los sacrificios de la humanidad pecadora. j Ah! Causa ldstima el echar una ojeada en el mundo antiguo; se le hiela 4 uno el corazon al saber que las madres, al son de mil instrumentos horrisonos, arrojaban asus hijos tiernos en hornos de fuego, para honrar 4 los dioses falsos; tiembla al pensar que 4 sangre fria se de- gollase un ejército deatletas vencidos, para presentar sus entrafias 4 un idolo de piedra; pero advirtamos entre tanto que el mundo ha estado siempre dividido en dos secciones: en la una se ha adoradoa Dios en espiritu y verdad ; en la otra se ha cometido el crimen de no rendir al Sér divino los debidos homenajes de adoracion ; en es- tas dos secciones se advierte que el signo de la adora— Srcsiae

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