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para no ser victima de la cdlera divina que engendra sus © pecados, y tambien Jesus subviene 4 esta necesidad del género humano, instituyendo el sacrificio del altar. Con- secuente 4 esta doctrina, os haré ver en este sacrificio la realizacion de todos los deseos de la humanidad expri- midos en todos los pueblos de la tierra. — Imploremos los auxilios del Espiritu Santo, poniendo _ por intercesora 4 su divina Esposa, 4 quien saludamos . © con el angel. . AveE Mania. La idolatria no fué otra cosa que la putrefaccion de las ideas humanas, que por grados habian degenerado, del mismo modo que las sustancias materiales se con- vierten algunas veces, de sustancias puras y salubres, en hediondas y deletéreas. Decir que los pueblos idéla- tras no conocieron 4 Dios, seria decir que no descendian en linea recta de Adan y de los otros primeros patriar- cas que cuidadosamente ensefiaran al género humano la existencia de Dios y el culto que Este exige por derecho de soberania; seria decir que no eran hombres, porque es tan natural al alma humana el conocer 4 Dios, como ‘es natural al cuerpo el respirar. Los iddlatras, ora los veamos en las altas regiones del Tibet y de la Tartaria, ora los contemplemos en las llanuras del Tiber, ora en— tre las abrasadas hondonadas dela Libia, conocen A Dios. Lo que ha extraviado el espiritu humano 4 los excesos de la idolatria no ha sido jamds la negacion de la exis- tencia divina, sino la creencia de que habia dos princi- pios : el principio del bien y el del mal; por consiguien- te, la creencia de dos dioses; mas todavia, la idolatria, semejante al torbellino , envolviéd al género humano en tantas ideas contradictorias , que creyeron los antiguos que cada astro, cada elemento, cada estacion, cada

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