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tenia en medio de sus innumerables aberraciones. Des- pues de haber destruido con su celestial doctrina todas las fbulas inventadas entre los suefos de la supersti- cion; despties-de haber mostrado & los hombres que era fl la Verdad y la salud y el camino para llegar al bien; despues de haber pasado tres alos evangelizando 4 los hombres el reino de Dios, puso en planta el sacrificio de expiacion, ofreciéndose una vez materialmente en el ara de la Cruz, y santificando 4 todos los hombres con esta oblacion: Ja gua voluntate sanctificati sumus per obla- tionem corporis Jesu Christi semel. ’ Hé aqui lo que hizo el Verbo divino una sola vez, sin que pueda ser materialmente reiterado el sacrificio que £1 consumara en su propia sangre. Mas la humanidad, siempre atenta 4 sustituir sin cesar un inocente que pa- gue por sus culpas cotidianas, parece que no quedaba completamente satisfecha ; necesitaba de un sacrificio perenne, cuya sangre, detraeean a cada instante, apla- case la ira celestial. Dios, que viniera al mundo para abrir 4 la humanidad grandes vias de reconciliacion, leyé este deseo en el corazon de todos los hombres, y al poner su pié en las aras del sacrificio, no quiso que éste fuera transitorio ni de un solo momento: lo hizo perpétuo y continuo, ordenando 4 sus Apdstoles que cada dia reno- vasen de un modo incruento, pero real y positivo, el mis- mo holocausto que santificahe al mundo. jAh! ;Cudntas grandezas se descubren en esta sola verdad de la fé! Es este sacrificio, no sdlo el unico que puede aplacar la ira de Dios, sino el tinico que satisface 4 los deseos del hombre. Oueria el hombre un inocente para aplacar 4 Dios, y lo tiene en Jesus; queria un valor y un precio infinito, y lo tiene en todas las acciones de Jesus; queria una sangre que expiase y borrase todas las culpas, y tambien la encuentra en Jesus. En una palabra, amados mios: queria la humanidad un sacrificio perenne,
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